La Bola del Mundo: de repetidor de TV a icono del senderismo y la alta montaña.

Si hay una cima que despierta la imaginación de senderistas, montañeros y corredores en la Sierra de Guadarrama, esa es la Bola del Mundo. Visible desde buena parte de Madrid y Segovia, gracias a sus características antenas, esta montaña no solo ofrece unas vistas impresionantes, sino también una historia curiosa que mezcla tecnología, deporte y pasión por la naturaleza.

Un nombre curioso para una cima singular

Oficialmente se llama Alto de las Guarramillas, pero pocas personas la conocen por ese nombre. El mote de «Bola del Mundo» se debe a las enormes antenas de telecomunicaciones instaladas en su cumbre en 1959. Estas antenas, cubiertas con una capa blanca que las protegía del hielo, recordaban a la imagen que en ese momento tenía TVE, unas antenas sobre una bola del mundo, y parece ser que así nació el apodo popular. Sin olvidar a quienes prefieren recordar a Tintín y sus famosos cohetes espaciales.

Durante décadas, la Bola del Mundo fue una infraestructura clave para la transmisión de la señal de televisión y radio en la zona centro de España. Era un lugar vedado para la mayoría, accesible solo a personal técnico y casi siempre cubierto por la nieve en invierno. Pero con el tiempo, el paisaje y el interés por el entorno empezaron a atraer a un tipo de visitante diferente: los amantes de la montaña.


De lugar técnico a ruta clásica del Guadarrama

Hoy en día, la Bola del Mundo es uno de los destinos más clásicos de la Sierra de Guadarrama. La ruta más popular parte desde el Puerto de Navacerrada, y en poco más de una hora permite alcanzar la cima tras superar una «no muy exigente» pendiente. Aunque corta, la subida es intensa, y eso la convierte en un buen reto para quienes están empezando en la alta montaña.

Desde la cima (2.265 metros), las vistas son espectaculares: Peñalara, Siete Picos, La Pedriza, la llanura madrileña y, en los días despejados, el Sistema Central en todo su conjunto. Además, la ruta puede continuarse hacia otros puntos emblemáticos como el collado de Valdemartín o la Maliciosa, convirtiéndola en una travesía perfecta para quienes buscan hacer mas kilómetros y sumar desnivel.

Escenario de la Vuelta a España

Uno de los momentos clave en la popularización de la Bola del Mundo fue su inclusión como final de etapa en la Vuelta Ciclista a España. En 2010, la organización decidió cerrar la competición con una subida inédita a la cima madrileña, y el resultado fue espectacular.

La etapa, de 172 kilómetros desde San Martín de Valdeiglesias, fue durísima. La pista cementada que lleva a la cima tiene rampas que alcanzan el 20% de desnivel, y la altitud, junto con el viento habitual en la zona, la convirtieron en un verdadero muro para los ciclistas. La victoria fue para Ezequiel Mosquera, aunque posteriormente fue descalificado por dopaje, y el ganador oficial fue Vincenzo Nibali, quien selló allí su primer gran triunfo. En 2025 , la Vuelta celebra su 90 edición y la Bola del Mundo volverá a ser testiga de un nuevo final de etapa.

Desde entonces, la Bola del Mundo ha sido un mito para los ciclistas de carretera, que suben regularmente para enfrentarse a su dureza y revivir esa etapa legendaria. Es común ver grupos de ciclistas luchando contra la pendiente los fines de semana, mezclándose con senderistas y familias que suben caminando.

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Naturaleza y aventura a un paso de Madrid

Una de las grandes virtudes de la Bola del Mundo es su accesibilidad. A solo una hora del centro de Madrid, es una escapada perfecta para quienes buscan naturaleza, ejercicio y aire puro sin necesidad de hacer una gran expedición. En invierno, las nieve suele cubrirlo todo y convierte la subida en un pequeño reto alpino. En primavera y otoño, el entorno se llena de colores y se convierte en un lugar perfecto para disfrutar del senderismo.

Además, las diferentes conexiones en transporte público permiten que incluso quienes no tienen coche puedan planear una excursión.

Más allá de la cumbre: cultura de montaña y pertenencia

La Bola del Mundo se ha convertido en un símbolo. No solo por su estética o por su historia técnica y deportiva, sino porque representa algo muy especial para quienes viven cerca de la sierra: un lugar que marca el horizonte, orienta en la montaña, inspira superación y conecta a las personas con la naturaleza de una forma directa.

Para Ropegun, la Bola del Mundo es parte de esa cultura montañera que defendemos: accesible pero desafiante, clásica pero con historia, un lugar donde la pasión por la montaña se vive cada día. Es una cima que todos deberíamos subir al menos una vez, para entender por qué esta «bola» sigue girando en el corazón de tantos montañeros y montañeras e la Sierra de Guadarrama.